Todo natural, nada artificial

Por Paola Aguilar Para el diario Clarin

Las ecovillas son aldeas ecológicas donde se vive a partir de la búsqueda de soluciones permanentes, sin molestar al medio ni a los demás. Lejos de toda pauta consumista, esta corriente se practica en varios puntos del país y... en plena Capital.

Suenan lejanas, pero contra lo que pensamos, muchas aldeas ecológicas están cerca de donde vivimos. La permacultura urbana tiene cada vez más practicantes, y muchos de ellos eligen una comunidad para compartir esa forma de vida. Es más, los enrolados en la permacultura se proponen transmitir sus saberes y técnicas para que los "permacultores aficionados" las pongan en práctica cotidianamente. Es decir, no hay que mudarse para incorporar ciertos hábitos.
"Los permacultores generan espacios de máxima productividad con mínima tarea, para poder realizar más trabajo responsable, creativo y social. Así están surgiendo gradualmente cooperativas autosuficientes, comunidades sustentables o ecovillas como modelos para la sociedad global", explican los creadores de la ecovilla Gaia, ubicada en Navarro, provincia de Buenos Aires.
La construcción de casas autosuficientes es una de las características de este movimiento. En varias de las ecoaldeas se aprende sus lineamientos y los permacultores habitan en ellas. La huerta es otra de las constantes, y en la mayoría de las asociaciones o grupos de permacultura se puede tomar cursos para aprender cómo incorporar sus prácticas a la vida cotidiana.

Soluciones permanentes

La permacultura es una cultura permanente, que busca soluciones no a corto ni a largo plazo, sino sostenibles en el tiempo, definitivas. "Es una forma de vivir y de trabajar sin causar problemas al mundo", dice Antonio Urdiales, separado, con dos hijos grandes, que vive en un PH en Villa Crespo.
"En la ciudad, se puede hacer más de lo que uno imagina. Los permacultores cocinan por gusto, no por obligación. Hacen su propio pan y sus propias golosinas en vez de comprar", cuenta Urdiales.
"Es más barato vivir así. En el supermercado venden comida y basura. La basura es todo lo que tiene envoltorio plástico -dice, polémico- y, además, es más caro. Veo gente gasta $400 en el supermercado, y yo compro productos frescos y gasto muchísimo menos", explica.
Antonio tiene un pasado del que decidió alejarse. "Trabajaba en una industria contaminante, hasta que me retiré y me acerqué a esto. En la otra vida ganaba muchísima plata, pero no me podía comprar nada. Ahora no lo necesito", dice. Y sorprende contando que desde hace 22 años no tiene electricidad en su casa, y que usa energía solar y artefactos conectados a una red de 12 voltios. Tiene equipo de música, netbook, lavarropas, pero no heladera: "Porque la comida está protegida por las bacterias, lo mismo que la limpieza de la casa", dice.
Aclara que el nivel de higiene por esta vía es excelente y explica que para limpiar los pisos, barre y baldea sólo con agua, y que en el lavarropas usa soda cáustica para lavar y ácido fosfórico para enjuagar, y que el agua de ese enjuague le sirve para lavarse el pelo.
Antonio Urdiales dicta, por ejemplo, un curso para dejar de usar artículos de limpieza. "Enseño cómo las bacterias limpian la casa, desodorizan y cuidan la salud", afirma el permacultor.
Para decidir qué se puede usar y qué no, propone hacerse la siguiente pregunta: ¿Qué pasa si esto lo hacen todos los habitantes del mundo durante miles de años? "Por ejemplo, con Internet no tenemos ningún problema porque no genera ningún daño. Con las botellas de plástico, en cambio, sí", ejemplifica Urdiales.
En El jardin de los presentes, un espacio en Capilla del Monte, dicen que la permacultura es "un sistema de diseño para el uso regenerativo de la tierra y una cultura sostenible. Los ejes centrales son la producción de alimentos, abastecimiento de energía, el diseño del paisaje y la organización de estructuras sociales justas y equitativas. Permacultura es una respuesta positiva a la crisis ambiental y social de la actualidad", explican en los fundamentos de uno de los cursos.
"La permacultura tiene tres éticas fundamentales: cuidado de la Tierra, cuidado de la personas y poner límites a la población y el consumo. Esta última ética apunta a detener el crecimiento insostenible de los ecosistemas humanos, con el fin de que los recursos no se agoten rápidamente, como está ocurriendo hoy a escala mundial. También se interpreta como compartir los recursos con equidad", señala Martín Santiago Schmull, uno de los fundadores del grupo "El camino de la permacultura".
Quienes estudian y enseñan qué es la permacultura, y la ponen en práctica, explican que sus campos de acción son muy amplios. "Al ser un sistema de diseño, tiene la capacidad de ser trabajada desde el individuo y hasta de lograr diseños de sociedades enteras que puedan perdurar en el tiempo, sin dañar sus ecosistemas", asevera Schmull. Y agrega que, al mismo tiempo, se logran grandes beneficios socioeconómicos. "Los campos de acción por definición son los siguientes: construcción, herramientas y tecnología; educación y cultura, bienestar físico y espiritual, wconomía y finanzas, tenencia de la tierra y gobierno comunitario y manejo de la tierra y la naturaleza, enumera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario